Los orígenes de la Congregación
En respuesta a la llamada del Espíritu Santo y a las necesidades de los pueblos donde los servicios de las mujeres son cruciales, el 8 de Diciembre de 1889 en Steyl en los Países Bajos, Arnoldo Janssen, fundador de la Sociedad del Verbo Divino (SVD) , junto con la madre María, Helena Stollenwerk y la madre Josefa, Hendrina Stenmanns, sienta las bases de la congregación de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo (SSpS) , como una comunidad religiosa-misionera dedicada al Espíritu dador de vida. En 1896 se establece una nueva congregación, Siervas del Espíritu Santo de Adoración Perpetua (SSpSAP). Inicialmente las dos fundaciones para hermanas son una única congregación con dos ramas que dependen administrativa y financieramente de la SVD.
El Espíritu lleno a nuestra Generación Fundadora con el ardiente deseo de salir al encuentro de las personas más allá de su propio horizonte.
Un hombre de fe vibrante y celo misionero
“Vivat Deus Unus et Trinus in Cordibus Nostris” – “Viva Dios Uno y Trino en nuestros corazones y en los corazones de todas las personas” es el lema de la oración de Arnoldo Janssen, que se convierte en la fuerza impulsora detrás de su celo misionero. Él es un hombre profundamente enraizado en Dios, y el misterio de la Santísima Trinidad se apodera de él por completo. Su experiencia personal y profunda de la Trinidad le lleva a la toma de conciencia de la inhabitación de Dios, que es comunión, y que está en cada persona y en toda la creación. Esta experiencia le estimula a dedicar toda su vida a compartir la misión de Dios – a hacer que el amor compasivo de Dios sea conocido por todas las personas.
Arnoldo Janssen fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 5 de octubre del 2003 junto con José Freinademetz, uno de los primeros misioneros de la SVD enviado a China.
Abandono incondicional a la voluntad de Dios
“A Dios el honor, a mis hermanas el beneficio y para mí la carga”, escribe Helena Stollenwerk entre sus notas; “Este será mi lema y también mi objetivo más ferviente.” Ella se esfuerza por cumplirlo día a día, incluso hasta el punto de sacrificar su más querido sueño y el deseo de su corazón de ir a China, para salvar «las almas pobres” y llevarlos a Dios por el sacramento del Bautismo. Imbuida del espíritu misionero, se transfiere al claustro donde permanece en adoración constante, profundo silencio y la oración con el Amado, llegando a la conciencia de que no es una idea la que la llama, sino Dios mismo. No tenemos que mirar por un ideal cuando Dios llama; necesitamos en cambio descubrir quién y qué somos realmente, y dónde y cómo podemos ser una bendición para otros. Esto es lo que ella representa, convirtiéndose en una bendición en cada situación de su vida – el verdadero significado de ser misionero hoy.
La Madre María Helena fue beatificada en Roma el 7 mayo de 1995 por el Papa Juan Pablo II.
“¡Con sus pies sobre la tierra y su corazón anclado en Dios!”
Cada respiración de una Sierva del Espíritu Santo debe ser – “Veni Sancte Spiritus”. Hendrina Stenmanns, cuyo deseo es ser misionera, escribe a Arnoldo Janssen, “no deseo nada más que, con la gracia de Dios, ser la última y ofrecerme a mí misma como sacrificio por la obra de la difusión de la fe.” Su “respiración” se convierte en el Espíritu que da vida, quien dirige cada acción, palabra y obra; ella irradia con su presencia misionera paz, calidez y alegría a cada persona que encuentra. Ella se convierte en una de las ultimas, dándose ella misma, su propio ser y su vida misma, sentando así una base sólida para el comienzo de la Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo.
La Madre Josefa fue beatificada en el 2008 por el Papa Benedicto XVI. La Iglesia celebra esta beatificación el 29 de junio del 2008, cuando el decreto papal que confirma su beatificación fue leído por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, durante la celebración de una misa especial en Tegelen, Países Bajos.
El ofrecimiento personal de Arnoldo Janssen al Espíritu Santo, hecho en Viena, Austria el 3 de octubre de 1887, es una expresión concreta de su deseo de llegar a conocer la grandeza del amor del Espíritu. Este deseo nace de su profundo arraigo en la Trinidad.
Dos años más tarde, cuando él le da a la nueva congregación femenina el nombre de Siervas del Espíritu Santo, confirma su consagración al Espíritu, y reconoce el papel central del Espíritu en la Iglesia.
En su camino de fe, Arnoldo llega a entender al Espíritu Santo como el Padre del Amor; y dador de vida y al amor unificador del Espíritu Santo como la verdadera fuente de dinamismo misionero de la Iglesia.
El deseo último de nuestro Fundador es que el amor del Espíritu sea una inspiración para los demás. Él describe el objetivo especial de las Hermanas de la siguiente manera: “amar al Espíritu Santo como el Padre del Amor y el dispensador de las gracias, para adorarlo y glorificarlo a Él, y para tratar de difundir el amor y la devoción a Él en los demás”. Incluso llama al Espíritu Santo el Padre de la Congregación.
En 1914, por diversas razones, el nombre de ‘Sociedad de las Siervas del Espíritu Santo’ (en latín SSSS) que estaba habitualmente en uso, se cambia al de ‘Congregación de las Siervas del Espíritu Santo’ (SSpS). Cuando la tercera edición revisada de las Constituciones se presenta para su aprobación en 1925, la Congregación, que ahora es distinta de la de las SSpSAP, se conoce por primera vez como ‘Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo’. En el momento de la aprobación definitiva de las Constituciones en 1938, ‘Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo’ se convierte entonces en el nombre oficial de la Congregación