Mensaje de Pentecostés de la Coordinadora General
Queridas Hermanas, queridos amigos!
No hay mayor dignidad para un ser humano que la de ser “cómplice del Espíritu” o “interlocutor de la Palabra”. Que alguien sea escogido para entrar en las corrientes del Espíritu creador y re-creador, que alguien sea designado como interlocutor de la Palabra divina, excede cualquier sueño o pretensión…¡Esa es su vocación como Hermanas Siervas del Espíritu Santo![1]
¿Qué puede ser más apropiado para la fiesta de Pentecostés, nuestra fiesta titular (Const. 405.1), que recordar y celebrar con gratitud este gran don de nuestra vocación misionera?
Nuestra misión es ser “cómplices del Espíritu”[2]. No tenemos una misión, somos una misión. La Buena Nueva toma forma en las mentes y los corazones humanos y se extiende a lo largo de la historia. Toma forma en nuestras mentes y corazones en nuestro día a día y llega a los necesitados, especialmente a los que están en las periferias. El Espíritu Santo es la fuerza impulsora, iniciadora, realizadora y completadora de la misión. No somos nosotros. Nosotros sólo somos pobres, frágiles y humildes instrumentos o canales.
Nuestras Constituciones lo dicen así: Toda tarea misional es por naturaleza obra y manifestación del Espíritu Santo. Siendo sus siervas, ponemos bajo su guía y dirección nuestro ser y toda la Congregación (Const. 105).
Somos alcanzadas por el torrente del amor divino que se origina y brota de la Danza de la Trinidad porque “Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que es un don de Dios para nosotros”(Rom. 5,5).
Cuando permitamos que esto suceda, será la experiencia transformadora que nos convierta en lo que estamos llamadas a ser: Siervas del Espíritu Santo.
En este Espíritu Santo, podremos discernir lo que es justo, recto y verdadero, y seremos capaces de establecer las debidas prioridades.
Este Espíritu Santo es tan necesario hoy en nuestro mundo que, a menudo y en muchos lugares, está desgarrado por la violencia y la guerra, por el hambre y la explotación, por la contaminación y la destrucción de nuestros recursos naturales. Necesitamos urgentemente la presencia sanadora y reconciliadora del Espíritu Santo para desterrar todos los malos espíritus.
Con la Iglesia, rezamos: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu que renueve la faz de la Tierra. Oh Dios, que con la luz del Espíritu Santo instruiste los corazones de los fieles, haz que guiados por ese mismo Espíritu, saboreemos la dulzura del bien y gocemos siempre de tus divinos consuelos. Por Cristo nuestro Señor, Amén.
En el anexo les ofrecemos dos textos para su reflexión personal y comunitaria. Un texto es de la Hna. Anna Damas, SSpS y el segundo es la aportación antes mencionada del P. José Cristo Rey García Paredes a nuestro 14º Capítulo General 2014 en Steyl.
Que ambos textos los ayuden a ustedes y a sus comunidades a comprender y valorar mejor su vocación misionera de Siervas del Espíritu Santo.
En el amor del Espíritu Santo y de nuestra llamada misionera,
Suya,
Hna. Miriam Altenhofen, SSpS su Consejo
[1] El P. José Cristo Rey García Paredes, CMF, en el 14º Capítulo General, el 9 de mayo de 2014, dirigiéndose a las capitulares sobre «Nuevas tendencias globales y eclesiales y su impacto en la misión hoy – Nuevas tendencias en la teología de la misión».
[2] Vea también: Papa Juan Pablo II: Redemptoris Missio. Sobre la validez permanente del mandato misionero de la Iglesia