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Comunión con las víctimas de la violencia

Día 1 – Novena de Navidad

El Señor está aquí, salgan a su encuentro diciendo: Grande es su nacimiento, eterno su reino, Dios fuerte, Gobernante de todos, Príncipe de la Paz.

La llegada de la Navidad, la celebración del nacimiento del Salvador, nos trae la reconfortante esperanza de mejores días para la humanidad. De hecho, no tenemos días sin noticias de violencia a menores y adultos. Las mismas se convierten en nuestro pan amargo cotidiano: en la convivencia en casa, en la calle, en la escuela, en el trabajo, entre las naciones. Nosotras, mujeres consagradas, también podemos sufrir y causar sufrimiento a nuestras hermanas, especialmente en nuestra vida comunitaria intercultural. Nuestro 14º Capítulo General nos llama a ampliar el Círculo de Comunión. Es difícil fijarse en un único tipo de sufrimiento, pero, en la apertura de esta novena queremos mirar el dolor que nos es más próximo a nosotras, que se enraíza en la cultura del más fuerte, del patriarcalismo: la violencia contra las mujeres.

 

HISTORIA DE MARIA DE LA CRUZ

Cuando una mujer emigra, emigran la vida y la esperanza

Mi nombre es María de la Cruz, soy paraguaya y quiero contarles la historia de una mujer víctima de violencia doméstica. Hace tres años que vivo en São Paulo, Brasil, con mis cuatro hijos y una hija. Me casé cuando tenía 15 años. Mi primera hija murió cuando todavía estaba en mi vientre porque mi marido no me ayudó a tiempo. Viví treinta años sufriendo violencia física y psicológica con mi marido creyendo que tenía que soportar todo y que un día podía ser liberada. Así entendí la enseñanza de la Iglesia. Luego enfrenté una profunda depresión y hasta pensé en el suicidio. Pero en mi corazón sentía que mi familia me necesitaba. Encontré apoyo en la Iglesia y comencé a servir en la pastoral social a la que me dediqué durante 15 años. Allí comprendí que Dios no desea la violencia. Entonces me escapé y viajé a São Paulo donde vivía mi hijo mayor. Confiando en la ayuda de Dios llegué con valentía y con esperanza de tener días mejores.

Cuando llegué fui recibida y acompañada por las Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo (SSpS) a quienes siento como mi familia. Comencé a participar en la Iglesia y en la Pastoral de los Migrantes confiando que, a través de mi experiencia, podía aportar para acoger a los que llegan a este país. ¡Es fundamental conocer a alguien en quien confiar!

 

ORACIÓN

Señor Dios, tú conoces la profundidad del corazón y los dolores de muchas mujeres en nuestra cultura patriarcal. Ayúdanos a superar todos estos males para poder cantar como María: «Él se fijó en su humilde esclava»

Señor Dios, ayúdanos a superar cualquier individualismo para entrar en el círculo de la solidaridad,

Señor Dios, mira el gran sufrimiento humano, muchas veces causado por disputas criminales. Enséñanos la lección de la Encarnación de tu Hijo Jesús,  el amor verdadero, para superar la desintegración humana y de la creación,

 

 

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