En comunión con los ancianos, enfermos y personas con discapacidad
Día 7 – Novena de Navidad
Rey de todas las naciones, único gozo de todo corazón humano; Oh piedra angular del arco poderoso del pueblo, ven y salva a la criatura que has formado del polvo.
«El misterio del sufrimiento humano agobia al enfermo y plantea nuevas preguntas inquietantes: ¿Por qué Dios me permite sufrir? ¿Para qué sirve sufrir? ¿Cómo puede Dios, quien es bueno, permitir que suceda algo que es tan malo? No es fácil responder a estas preguntas hechas por la mente y el corazón sobrecargados. Ciertamente, sin la luz de la fe no se puede encontrar ninguna respuesta satisfactoria.
Nuestro Salvador conoce bien las muchas necesidades específicas de aquellos que sufren. Desde el comienzo de su ministerio público, junto con su predicación de la Buena Nueva del Reino, «pasó haciendo el bien y sanando». Cuando envió a sus discípulos en su misión, les dio un poder especial e instrucciones claras para seguir su ejemplo.
Y ciertamente, fue en el sufrimiento y muerte de Cristo que la obra de Dios se manifestó de manera más elocuente. Por su Misterio Pascual, Jesús nos ha concedido nuestra salvación. Cuando el sufrimiento y muerte son aceptados con amor y ofrecidos con confianza a Dios, se convierten en la clave de la victoria eterna, el triunfo de la vida sobre la muerte.»
(Discurso de San Juan Pablo II a los ancianos, enfermos y discapacitados).
HISTORIA
Una lucha con la enfermedad
Él tenía 47 años y durante tres meses estaba siendo atormentado por el cáncer. No sabía que estaba en las últimas etapas, por lo tanto, todavía vivía con ilusión, incapaz de desprenderse del mundo transitorio… Todos los días, los sacerdotes y las hermanas iban a visitarlo, los vecinos a llevarle aliento y los miembros de la Asociación Misionera del Espíritu Santo a consolarlo y rezar por él. Sin embargo, él seguía indiferente, con los ojos cerrados se negaba a decir una sola palabra o permanecía sin respuesta mirando fijamente el techo. Fue entonces que algunos miembros de AMES decidieron ayunar y comenzar una novena, confiando totalmente en Dios y pidiendo a la Santísima Madre por él. Con el tiempo, la gracia de Dios comenzó a actuar: Él, siendo un creyente tibio, finalmente abrió su boca para hablar. Se arrepintió de sus pecados ante el Padre Celestial, recibió la Santa Comunión y se durmió en el abrazo amoroso del Señor. Es así como los miembros de la AMES transmiten el amor de Dios a quienes lo necesitan.
PRAYER:
Señor Jesucristo, tú te has dignado a nacer en el mundo aunque eres el Hijo del Altísimo. Ven, ayuda y conforta a los ancianos que viven solos en las periferias de la sociedad, que el resto de sus vidas transcurra en tu amor.
Señor, Emanuel, voluntariamente elegiste estar en compañía de los humildes e insignificantes. Ven pronto y consuela a los afligidos por la enfermedad y la soledad.
Señor Jesucristo, esperanza y fuerza de las naciones, ven pronto. Llénanos de confianza y de fortaleza. Concede a las personas con discapacidad una voluntad indomable y un espíritu tenaz por la vida, que tu nacimiento les conceda la fuerza y puedan mantener siempre viva la esperanza a pesar de las penas y las dificultades del camino.
Señor Jesucristo, Hijo del Altísimo, escucha nuestras humildes oraciones. Voluntariamente te hiciste hombre a través de la Virgen María y habitaste entre nosotros para compartir nuestras debilidades y miserias. Pedimos que todos, especialmente los ancianos, los enfermos y las personas con discapacidad, experimenten Tu presencia en comunión con nosotros y alcancemos la verdadera fe y la felicidad que deseamos. Tú eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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